viernes, 20 de noviembre de 2009

Comprensión y comunicación: pensar, decir y hacer a través de una práctica.
Por Lic. Patricia C. Fasano (*)

“Confiemos que nuestras teorías estén tan cargadas de hechoscomo éstos están de teoría”.
Nelson Goodman. Maneras de hacer mundos.

Pensar, decir, hacer: tres operaciones actuando simultáneamente a través de una práctica, en este caso, de comunicación comunitaria. Tal es la reflexión que compartiremos en este artículo.
1. Los agentes institucionales.
A mediados de 2002, con Gretel Ramírez (graduada en Comunicación Social de la Facultad) e Irene Roquel (estudiante de la carrera) comenzamos a realizar un trabajo de comunicación en una institución barrial de la ciudad de Paraná: el Club de Madres y Abuelas del Barrio Belgrano, más conocido como La Pasarela, al que al año siguiente se sumaron Claudia Medvescig (estudiante de la carrera) y Juan Manuel Giménez (también graduado de la carrera, docente e investigador).La organización barrial conocida como “Club de Abuelas” comenzó hace más de veinte años por iniciativa de un grupo de mujeres del barrio liderado por Rosa Cisneros (70), que se reunían en los ratos libres a compartir mates, proyectos, más tarde viajes y un taller de costura, y paulatinamente un espacio para alimentar a los niños más pobres del barrio. El “Comedor” (la actividad más conocida y afiatada del Club) empezó brindando a los niños mate cocido con galletas, hasta que en 1994 recibió el apoyo de la Municipalidad de Paraná para construir un salón y desde entonces recibe la partida presupuestaria del Consejo del Menor (organismo de la provincia) para alimentar diariamente a alrededor de 150 niños. Pero como la preocupación constante del Club de Abuelas estuvo orientada siempre hacia una labor formativa de niños y adolescentes que les permitiera superar algunos condicionamientos de la situación de pobreza del barrio, en 1999, con el asesoramiento de un equipo técnico, armaron un proyecto de capacitación para el trabajo destinado a adolescentes y se presentaron a licitación de proyectos sociales convocado por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. De tal modo, en 2002 esta pequeña institución de barrio accedió a financiamiento internacional a través del PROAME (Programa de Atención a Niños y Adolescentes en Riesgo) con el Proyecto “Nietito Fuerte”, que desde entonces se desarrolla en las instalaciones recientemente renovadas de la organización, bajo la dirección de José Cisneros (41), hijo de Rosa y principal impulsor de la iniciativa. En agosto de 2002 comenzaron los talleres gratuitos de capacitación y, entre otras áreas y actividades complementarias que incluían además a niños y adultos, el Programa preveía la existencia de un área de Comunicación Social(1). De modo que, como por entonces nos encontrábamos con el equipo de investigación realizando abordajes preliminares al trabajo de campo en el propio barrio (2), nuestra proximidad hizo que desde el Club de Abuelas se nos solicitara colaboración para organizar un área de Comunicación Social. Para ello, la Facultad firmó un convenio con esa institución e inmediatamente conformamos un equipo ad hoc para trabajar en lo que habitualmente suele denominarse Comunicación en Organizaciones Comunitarias, Comunicación Comunitaria o más genéricamente Comunicación Popular, que es como se conoce en el campo comunicacional el trabajo específico de comunicación en sectores de pobreza.
2. Dejar hablar a los hechos.
Como también es habitual que ocurra, lo que el Programa esperaba de un área de Comunicación Social era que realizáramos prensa institucional (3); es decir: elaboración de gacetillas y concertación de entrevistas para difusión de las actividades del Programa en medios masivos de comunicación; elaboración de estrategias de difusión de las actividades dentro del propio barrio para convocar a los vecinos a inscribirse en los talleres, y otras tareas por el estilo tendientes a la difusión entre la población (del barrio, de Paraná) de las bondades del Proyecto. Esto esperaba el Programa (4). ¿Pero qué esperaban de nosotros como comunicadores sociales las personas que hacen diariamente la institución? Asistimos a una primera reunión para saberlo.Por lo pronto, era evidente que el ritmo de esta pequeña institución de barrio se había visto vertiginosamente acelerado en el transcurso de menos de un mes. De una dinámica compartida por unas diez mujeres (a cargo del Comedor) que, dirigidas por Rosa Cisneros, se reunían todas las tardes a preparar la comida y, entre cocción y cocción, charlar, tomar mates, hacer labores manuales e incluso asistir a algún curso de formación, el Club de Abuelas se pobló de un día para el otro de nuevos docentes para dictar los talleres, cientos de adolescentes para cursarlos, adultos a pedir trabajo, vecinos a buscar información y curiosear, contrincantes políticos a criticar; en fin, un brusco movimiento que por los días de septiembre de 2002 tenía preocupadas a la veintena de personas —mayormente mujeres— que históricamente venían sosteniendo el trabajo de la institución. En aquella reunión, pues, el clima que reinó fue la preocupación. ¿Preocupación por qué? Por la relación con el resto del barrio: ya habían llegado a oídos de los presentes los comentarios maliciosos acerca de la fuente de financiación del proyecto y, por lo tanto, había sectores de los vecinos que estaban acuñando una sólida animadversión hacia las actividades organizadas desde el Club de Abuelas, que en general hasta el momento había gozado de la confianza y el respeto de una gran mayoría. Por la relación entre ellos mismos: había también expectativas y malestares con relación al modo en que se habían distribuido entre los más próximos y aún se distribuirían los cargos rentados del programa. Por las relaciones jerárquicas dentro de la organización: había también disconformidad con el modo de ejercer la autoridad del nuevo líder a cargo del proyecto, que evidentemente difería del modo en que históricamente las Abuelas del Club se relacionaban con los demás participantes. En otras palabras, estaban preocupados: a) por la relación entre ellos mismos y b) con el resto del barrio. Entendimos, pues, que éstos eran los nudos a trabajar desde un proyecto de comunicación.En esa reunión, por otra parte, comenzamos a conocer algunas características específicas de esa socialidad en ese momento, que ineludiblemente deberíamos tomar en cuenta si queríamos contribuir a mejorar la calidad de sus prácticas de comunicación: un tipo de relación de la institución con el resto del barrio, entre líderes y demás agentes de la institución, y entre vecinos del barrio. Decidimos, entonces, que aquella reunión sería sólo la primera de una serie de reuniones, primero semanales y luego quincenales, a lo largo de las cuales nos propusimos realizar entre todos el diseño de las estrategias de comunicación. Para lo cual fue necesario trabajar sobre la importancia de la comunicación y, por sobre todas las cosas, comunicarnos. Técnicamente, lo que realizamos fue un taller de comunicación con los adultos participantes de la institución, cuyo número fue creciendo en el transcurso de 2002 hasta llegar a cerca de cincuenta personas a fin de año. Nuestros objetivos principales eran tres: a) “ablandar” la relación entre los participantes del proyecto, facilitando la expresión de ideas, sentimientos, críticas, deseos, proyectos, etcétera; b) introducir elementos reflexivos para identificar la comunicación como ingrediente necesario de la vida cotidiana personal, institucional y comunitaria; y c) asumir la comunicación de la institución como una tarea de todos y cada uno, decidiendo grupalmente las estrategias a implementar en relación con el resto del barrio y distribuyendo roles al respecto. Fue enormemente gratificante para nosotros asistir a la paulatina modificación de las relaciones de los participantes entre sí y con el resto del barrio en el transcurso de los meses de septiembre a diciembre de ese año y al proceso de institución (en el sentido de Castoriadis, 1993) de un nuevo espacio y un nuevo rol: el de la comunicación. En el 2003 ya no hizo falta justificar nuestro modo de entender el trabajo de comunicación comunitaria: desde el Club de Abuelas vinieron a transmitirnos la necesidad que las personas manifestaban de volver a contar con ese espacio “de comunicación”.
3. Un pensamiento vivencial.
Como puede observarse a través de nuestro relato, existe una estrecha y permanente vinculación entre el trabajo del equipo de investigación (5) y el trabajo del equipo de comunicación comunitaria. Pues bien, esta vinculación no es fortuita: constituye una profunda convicción teórica y política que anima nuestro trabajo y una relación que consideramos absolutamente necesaria para realizar cualquier trabajo de comunicación. Y , aquí, significa reconocimiento de diferencias: reconocimiento de la existencia de otros culturalmente diferentes a la vez que ontológicamente iguales; cosa que resulta difícil porque, como sugiere Todorov al analizar la conquista de América como relato ejemplar de relación con la otredad, “el postulado de diferencia lleva fácilmente consigo el sentimiento de superioridad, y el postulado de igualdad, el de in-diferencia; siempre cuesta trabajo resistir a este doble movimiento” (1999: 70). Y doblemente difícil resulta asignar a esta diversidad intrínseca un lugar en el ejercicio de las prácticas puesto que, como señala Morin (1994), el pensamiento complejo sabe que siempre hay incertidumbre y debe vérselas con ella, en tanto que durante milenios nos han enseñado a hacer cualquier cosa para evitar la incertidumbre. Por eso, trabajar desde esta concepción de la relación con los otros requiere asumir como precepto que las estrategias comunicacionales se pueden planificar (técnicamente) pero nunca puede pretenderse mantener la comunicación bajo control. Cuando un sujeto —miembros de la institución, vecinos del barrio, nosotros como comunicadores, nosotros como investigadores— se comunica con cualquier otro (alter), en ambas subjetividades se produce una alteración: ninguno de ambos es exactamente lo que era antes del encuentro con el otro. Ha tenido lugar, en ese momento, cierta comprensión de una otredad que, en la medida en que constituye un elemento de conocimiento nuevo para cada una de las subjetividades en relación, las transforma constitutivamente, las complejiza, las vuelve otras respecto de lo que hasta entonces eran. Esa comprensión no es un proceso de intelección, sino una vivencia (6); por tanto, el único modo de acceder a ella es a través de la práctica, es decir, poniendo el cuerpo (7). Y nada nuevo estamos diciendo, puesto que el conocimiento a través de la práctica constituye el más primitivo utilizado por los seres vivos, ya no sólo humanos. De allí que la comunicación, cuando efectivamente ocurre, sea constitutivamente transformadora de los sujetos que participan de ella. ¿Pero a qué llamamos comunicación? “Conversar con ellos [los otros], dice Geertz, es una cuestión bastante más difícil de lo que generalmente se reconoce” (1997: 27). A lo que apunta la expresión es a marcar una diferencia entre la conversación como procedimiento técnico de inter-locución entre dos o más personas en tanto capaces de ser locutores (hablantes) y la como intercambio de que, como sugiere la propia raíz etimológica (‘girar, hacer girar, dar vuelta’, ‘cambiar, convertir’), supone un fluir transformador de las subjetividades en relación. Está pensando en ello Bourdieu cuando dice que “la entrevista puede considerarse como una forma de ejercicio espiritual que apunta a obtener, mediante el olvido de sí mismo, una verdadera conversión de la mirada que dirigimos a los otros en las circunstancias corrientes de la vida” (1999: 533; cursivas originales). En ello se basa el de la obra de Bachtin, que Arfuch caracteriza como “una concepción de la existencia fundada no en la identidad de mente y mundo, sino en la otredad […] Es entonces el nombre de una multiplicidad: es la diferencia irreductible de los puntos de vista la que señala el lugar de los sujetos en la escena emblemática de la COMUNICACIÓN. Lejos del viejo esquema del del mensaje desde el punto jerárquico del a la instancia difusa del , se trata aquí de una simultánea interacción […]” (2002: 64; marcaciones originales).Es a esto a lo que refiere Rosa María Alfaro cuando concibe a la comunicación como “una dimensión básica de la vida y de las relaciones humanas y socioculturales" y dice que “las relaciones comunicativas comprometen la construcción de la propia identidad, individual y colectiva”(1993: 27). Cuando la construcción de conocimiento no busca establecer causalidades sino comprender la lógica del sentido común que guía las prácticas realizadas por aquellos cuyo sentido práctico (Bourdieu 1993) desconocemos, los investigadores inexorablemente necesitamos establecer con esos otros una relación de comunicación. Cuando los comunicadores sociales deseamos generar procesos de comunicación en los distintos grupos culturales, resulta imprescindible comprender las lógicas prácticas que organizan la socialidad de cada grupo.
4. Comprender(nos) para comunicar(nos) y viceversa.
Comprender a otros para comprendernos a nosotros mismos, para reconocer los otros que hay dentro de uno. Comprendernos a nosotros mismos para comprender a otros y posibilitar la comprensión de esos otros por parte de otros otros (mediante la comunicación). La comprensión es transformadora: transforma a quien la protagoniza, quien a su vez es protagonista de una relación transformadora con otro quien, al ser comprendido y comprender, se transforma al incorporarse a una relación dialógica. La comprensión es un hacer en el cual se produce la experiencia compartida y la vivencia de esa experiencia; es un decir a través de la palabra que, en tanto signo, es el elemento final del proceso de asignación de sentido a la propia praxis; y es pensamiento vivencial, praxis pensándose a sí misma y transformándose en su propio transcurso. Comunicarnos para comprender. Comprender para comprendernos. Comprender(nos) para transformar(nos). Comunicarnos para transformar. De una concepción instrumental de la comunicación, a un fin en sí misma: la comunicación, ya no como el instrumento para una finalidad política que está fuera de sí; comunicarnos es la finalidad política para la transformación.Métodos de investigación, métodos de ejercicio profesional de la comunicación social, a esta altura del texto se han con-fundido ya los planos del conocimiento y la intervención. Hemos logrado, entonces, expresar nuestra concepción acerca de la relación entre el pensar, el decir y el hacer entre las instituciones, a través de nuestra experiencia profesional.
Citas:
(*) Comunicadora social, investigadora y docente de la Facultad de Ciencias de la Educación (Universidad Nacional de Entre Ríos). Candidata a Magister en Antropología Social (U.N.A.M.) 1 La inclusión por defecto de un área institucional de Comunicación Social en los programas sociales es una constante en la planificación técnica de aquellos financiados desde el exterior desde la década de 1990. 2 Me refiero al equipo de investigación sobre “El chisme como práctica comunicacional en sectores de pobreza”, con sede en la Facultad de Ciencias de la Educación (UNER), integrado, además, por los Lics. Aurora Ruiu, Juan Manuel Giménez y Alejandro Ramírez, y las estudiantes Ana Aymá y Natalia Savulsky. Para tal proyecto, desarrollamos trabajo de campo en La Pasarela durante parte de 2002 y 2003.3 Responde a la concepción instrumental de la comunicación que suele manejarse en la planificación de tales proyectos sociales. En rigor, en estos casos el término “comunicación” no es más que un modo de aggiornar a los tiempos modernos el viejo término de “información”, descalificado por su abierta instrumentalidad.4 Es preciso aclarar que el PROAME, como la mayoría de este tipo de programas, está compuesto por una “unidad ejecutora” a nivel local, otra a nivel provincial y por último una a nivel nacional, cada una a cargo de funcionarios que supervisan periódicamente el estricto cumplimiento de las actividades planificadas para autorizar el desembolso de dinero para el período subsiguiente. En el caso del PROAME, esta supervisión es cuatrimestral. 5 Si bien actualmente el tema de la investigación es el chisme, el mismo se enmarca en una trayectoria del equipo con relación al estudio de prácticas de significación y socialidad en sectores de pobreza urbana.6 Wilhelm Dilthey postulaba la distinción entre (experiencia a través de la cual se comprende) y mera experiencia. Tal es la concepción de la , que constituye la “puesta en relación entre una manifestación de vida y el sentido que cobra para el sujeto actuante” (Guber; 1991: 53) y que Bourdieu (1999) asimila científicamente a la explicación.7 Por ello algunos autores, como Charles Taylor (1997), llaman a este método de conocimiento . Dentro de la antropología médica británica, se viene proponiendo en los últimos años el reconocimiento de un nuevo paradigma epistemológico con base en el conocimiento a través del cuerpo, llamado (Csordas 1999).

Bibliografía:
- ARFUCH, Leonor (2002) Dialogismo; en ALTAMIRANO, Carlos (dir.): Términos críticos de sociología de la cultura; Buenos Aires, Paidós.- BOURDIEU, Pierre (1999) La miseria del mundo; Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.(1993) Cosas dichas; Barcelona, Gedisa.- CASTORIADIS, Cornelius (1993) La institución imaginaria de la sociedad; vol.2; Buenos Aires, Tusquets.- COROMINAS, Joan (1996) Breve diccionario etimológico de la lengua castellana; Madrid, Gredos.- CSORDAS, Thomas (1999) “Embodiment and Cultural Phenomenology” en WESS, Gail & HABER,Honi Fern: Perspectives on Embodiment; New York, Routledge.- GEERTZ, Clifford (1997) La interpretación de las culturas; Barcelona, Gedisa.- GUBER, Rosana (1991) El salvaje metropolitano; Buenos Aires, Legasa. - MORIN, Edgar (1994) “Epistemología de la complejidad”; en SCHNITMAN, Dora (comp.): Nuevos Paradigmas, Cultura y Subjetividad; Buenos Aires, Paidós.- TAYLOR, Charles (1997) Argumentos filosóficos. Ensayos sobre el conocimiento, el lenguaje y la modernidad; Barcelona, Paidós.- TODOROV, Tzvetan (1999) La conquista de América. El problema del otro; México, Siglo XXI.- TURNER, Víctor & BRUNER, Edward (1986): The Anthropology of Experience; University of Illinois Press, Urbana and Chicago.

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